Adán Martín Menis, Canarias en la cabeza
Se cumplen en estos días diez años de la pérdida de Adán Martín y es éste un periodo simbólico para una reflexión acerca de la profundidad de este suceso en lo concerniente a la incidencia que en nuestras Islas Canarias ha tenido la presencia de una persona que atesoraba enormes cualidades.
En primer lugar, tengo que decir que siento el privilegio de estar entre aquellos que no sólo han conocido a la persona que representaba Adán Martín en cuanto a que poseía unos muy altos valores humanos, sino que ha sido un verdadero honor poder colaborar de manera directa con él en la construcción de esta tierra singular y ello hoy quizá más que nunca es un bien extremadamente preciado.
La sociedad mundial atraviesa una etapa singularmente compleja tanto en lo relativo a sus parámetros sanitarios como económicos. La imparable irrupción, hasta el momento, del virus COVID-19 ha dado un vuelco a la práctica totalidad de las estructuras sociales en todos los rincones del planeta y ello no sólo es un aviso serio de futuro para el conjunto de la humanidad por la demostración plena de la vulnerabilidad existente en gran parte de las mismas, sino que lo es también en la demanda de personas que atesoren tanto sabiduría de espíritu como capacidad de acción.
Adán Martín atesoraba un binomio valioso y esencial como la bondad y la amplitud de miras.
Es en momentos tan complejos como los que nos está tocando vivir cuando percibimos en mayor medida la ausencia de personajes como Adán Martín que atesoraba un binomio valioso y esencial como la bondad y la amplitud de miras. De la primera cualidad aquellos que lo conocieron pueden dar fe incuestionable, la segunda ya es más difícil de percibir, en unos casos, por las propias miserias de un sistema social donde prima la lucha por el poder por encima del espíritu de servicio y, en otros, por la insuficiente capacidad de muchos para reconocer y distinguir a aquellos personajes que llevan consigo la clarividencia que permite planificar el futuro de manera acorde a las necesidades que la humanidad y el propio planeta requieren.
Nuestras islas están sufriendo enorme y singularmente el embate de un escenario social tan complejo como el actual, el bloqueo de nuestro sector económico más esencial representado por el turismo, no sólo incapacita el desarrollo de la mayor parte de las actividades empresariales, sino que lleva aparejado la lógica consecuencia potencial de incrementar exponencialmente el desempleo, además de generar una halo de incertidumbre respecto al futuro que se cierne en torno a la situación de nuestro tejido productivo.
Si, valoramos enormemente a personajes como Adán Martín que en nuestra historia más contemporánea han sabido leer las debilidades de nuestras islas, pero también nuestras fortalezas y oportunidades y con ello han sido prudentes en la toma de decisiones, pero también valientes en la toma de iniciativas con compromiso y perspectiva.
Es un momento para decisiones trascendentes y no sólo en la dirección de resolver aquello más inmediato, sino especialmente para mirar al horizonte desde una perspectiva profunda que permita aprovechar esta coyuntura tan difícil para construir y habilitar nuevos caminos. En este sentido, si emulamos a la figura del mentado Adán Martín, es momento también para organizar el pensamiento en torno a un territorio que demanda recuperar la senda de una cultura de la planificación tanto como la de la operatividad en relación a la necesidad de actuar y que ambas permitan obtener una visión más clara y positiva del futuro que nos espera.