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Intervenciones estratégicas y sociedades competitivas

Urbanismo y arquitectura son herramientas de las sociedades para su desarrollo y progreso. El uso que a lo largo de la historia se ha hecho de ellas, de forma más o menos estructurada y con mayor o menor éxito, nos sigue transmitiendo lecciones sobre cómo hoy podemos propiciar competitividad, funcionalidad y progreso.

El crecimiento de la población y el ritmo vertiginoso de los cambios en el funcionamiento de la sociedad son inevitables. Son factores que tienen un gran impacto en los territorios y las ciudades y sobre los que los profesionales del urbanismo y la edificación especialmente, pueden contribuir de una manera decisiva a una adecuada transformación.

Resulta difícil establecer una fecha de inicio para trazar una pequeña cronología sobre las grandes operaciones urbanísticas contemporáneas que en diversos lugares del mundo han intentado contribuir a la transformación y desarrollo de la sociedad a través de su soporte físico, la ciudad, pero podemos convenir que es fundamentalmente después de la segunda guerra mundial cuando los gobiernos han empleado con clara intencionalidad el planeamiento y la arquitectura para operaciones de reconstrucción o de renovación de determinadas partes del tejido urbano.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de esas operaciones urbanísticas estratégicas o de transformación?. Lo hacemos en referencia a aquellos proyectos cuyo carácter singular sobre determinados ámbitos urbanos han propiciado la revitalización y el impulso de ciudades y territorios. Dicho en otras palabras, estas alteraciones físicas han permitido a la vez que evolucionar, la aparición de nuevas posibilidades empresariales, habitacionales, de ocio y, en suma, de desarrollo económico y social.

En general, son operaciones de gran rigor técnico y complejidad de gestión pero que, ante todo, requieren de una gran determinación política, ya que sin un consenso institucional que permita desarrollar un proyecto en un largo periodo de tiempo resulta prácticamente inviable el desarrollo de intervenciones estratégicas que puedan contribuir a una verdadera dinamización y canalización de recursos económicos que, a su vez, afectan a ámbitos tanto territoriales como sociales de mucha mayor amplitud que el de la propia actuación.

Hacia el final del siglo XX y principios del actual, encontramos un gran número de proyectos, algunos de carácter especialmente icónicos, que ejemplifican estos procesos de transformación e impulso económico y social y en este contexto, a modo de ejemplo, tenemos en el norte de Alemania, la ciudad de Hamburgo que se convirtió, hace muchas décadas, gracias a su relación por medio del río Elba en un enclave fundamental como gran infraestructura por su vinculación desde los tiempos de la Liga Hanseática como federación de carácter defensivo y comercial de comunidades en torno al Mar Báltico y donde sus instalaciones portuarias y factorías fueron durante muchas décadas un motor económico para toda la región.

Han sido los años posteriores a la II segunda guerra mundial y, sobre todo, con la unificación de las dos Alemanias donde las necesidades de reverdecer las capacidades competitivas de este territorio antaño muy importante, requirieron de una gran operación de reconversión de una parte de sus antiguas infraestructuras y desde donde nace, el resurgir competitivo de esta ciudad mediante la reasignación de antiguos usos vinculados con la actividad portuaria en los terrenos más en contacto con la ciudad residencial, transformándolos en viviendas, oficinas, comercio, ocio, restauración, parques urbanos, paseos, etc., todo ello en contacto con espacios de agua en los que se puede acoger embarcaciones de recreo de distinto calado. En suma, un gran espacio recuperado por la ciudad para el uso, además de las actividades que le son propias, de aquellas otras que le fortalecen su capacidad para competir en una gran industria contemporánea como es el turismo. La aparición de hoteles y cultura a través de la ubicación estratégica de la gran obra de la Filarmónica del Elba construida sobre un antiguo edificio industrial, enfatizan esta más que notable apuesta por la modernidad y el desarrollo competitivo de una ciudad estado como Hamburgo.

Otro de los muchos e importantes ejemplos que se podrían mostrar es el de la ciudad de Utrecht. Aquí, a diferencia de Hamburgo donde veíamos una gran transformación en torno a un nodo fluvial de comunicaciones, en el de esta ciudad situada en la parte central de los Países Bajos aparece una inteligente operación en torno a una antigua estación ferroviaria tangencial a la ciudad histórica, donde se desarrolla toda una intervención urbanística con una nueva Estación Central y Ayuntamiento, hoteles, oficinas, comercio y ocio, se aprovecha este enclave de transición de un gran número de personas a lo largo del año para desarrollar un proyecto estratégico y de importante alcance económico y social que contribuye decisivamente al desarrollo de la ciudad a la vez que lo articula con su magnífico centro histórico como enclave comercial, de ocio y cultural.

En este mismo contexto se encuentran la transformación de una parte del antiguo puerto de Amberes en Bélgica como enclave estratégico en su día para la emigración hacia América y que en la actualidad acoge un gran proyecto urbanístico de integración de usos terciarios y residenciales en su contacto con la ciudad o el importante Plan de Movilidad Urbana de Copenhague y de esta forma se podría continuar con la reseña de importantísimas operaciones de enorme calado estratégico para las ciudades y sociedades en las que se insertan, pero valgan las experiencias expuestas para resaltar la enorme importancia dada a las iniciativas urbanísticas en un gran número de territorios y sociedades.

En España este tipo de iniciativas de transformaciones urbanas llegaron algo más tarde y seguramente el ejemplo de mayor calado lo representa la ciudad de Barcelona, la cual con la coartada de fondo del gran evento olímpico de 1992 fue objeto de un gran proyecto de regeneración urbanística, iniciado desde la década anterior, con intervenciones de corte muy estructural tanto en su litoral como en sus corredores de ronda, etc., todo lo cual contribuyó decisivamente a colocar a la ciudad en la vanguardia y a la altura de otras importantes ciudades europeas. A esta gran iniciativa le han seguido otros proyectos de menor escala pero también de gran importancia económica y social como las intervenciones en la ría de Bilbao o la ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, entre otras, todas ellas encaminadas a un mismo fin de desarrollo competitivo tanto territorial como económico y social. En base a todas estas experiencias, cabe preguntarse ¿hay lugar en Canarias para intervenciones de este tipo? ¿Requieren estas islas de un replanteamiento acerca de si se está propiciando su apuesta por la modernidad en consonancia con su desarrollo económico y social?

Lo cierto es que, creemos firmemente en que no sólo hay lugar, sino que existe una clara necesidad de apostar por ello. El territorio canario es enormemente singular. Por una parte, sus diferentes instrumentos legislativos y de planeamiento protegen en torno al 90% de su superficie, lo cual inevitablemente concentra sus enclaves urbanos en aproximadamente un 10% o menos, dependiendo de las diferentes islas y creando situaciones de muy alta densidad poblacional, lo cual, debido también a que no disponen de infraestructuras de transporte como el tren, ello propicia que la movilidad y las actividades económicas se vean muy condicionadas por las aptitudes territoriales. Y, por otra parte, sus extraordinarias condiciones climáticas, le confieren una gran capacidad para el desarrollo de su prácticamente única actividad económica realmente potente, el turismo.

No obstante, a pesar de sus condicionantes territoriales y de su dependencia del monocultivo económico representado por el turismo, en Canarias existe un claro espacio para el desarrollo de otras actividades económicas alternativas que, al igual que viene sucediendo en otros territorios, la apuesta por la diversificación y la sostenibilidad ejercen de motor para el fortalecimiento y avance de sus economías y su desarrollo social.

Las referencias están ahí y el potencial endógeno también, pero hay que hacer una verdadera apuesta por la modernidad tanto en las instituciones como, especialmente, en el desarrollo de las capacidades de gestión. En próximos artículos nos planteamos incidir de forma razonada en algunos enclaves y perfiles de actuaciones cuya incidencia estratégica para estas islas, en caso de llevarse a cabo, puede contribuir decisivamente a ese deseado y demandado salto competitivo.

Rafael Castellano
Rafael Castellano

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